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¿Por qué siempre estamos discutiendo?

¿Por qué siempre estamos discutiendo?

CAPÍTULO 2

¿Por qué siempre estamos discutiendo?

En la situación descrita en la página siguiente, Raquel hace tres cosas que provocan una discusión con su madre. ¿Puedes identificarlas? Escríbelas y luego compáralas con las que aparecen en el recuadro  “Respuestas” de la página 20.

․․․․․

Es miércoles por la noche. Raquel, de 17 años, ha terminado de hacer sus quehaceres y por fin puede disfrutar de un ratito de relax. De modo que enciende la televisión y se tira en su sillón favorito.

En ese preciso instante, su madre aparece por la puerta con cara de pocos amigos.

—¡Raquel! ¿Por qué pierdes el tiempo viendo la tele? ¿No te dije que ayudaras a tu hermana con los deberes de la escuela? ¡Nunca haces lo que te mandan!

—Ya empezamos... —murmura Raquel, lo suficientemente alto para que la oiga su madre.

—¿Qué dijiste? —le pregunta esta, inclinándose hacia ella.

—Nada, mamá —suspira Raquel, poniendo los ojos en blanco.

—Cuidadito con el tono que usas, ¿eh? —exclama muy molesta su madre.

—Y el tono que tú usas conmigo, ¿qué? —replica Raquel.

Se acabó el relax... Ha empezado otra batalla.

¿TE RESULTA familiar esta situación? ¿Tú también discutes a cada rato con tus padres? Piensa por un momento. ¿Cuáles son los temas más conflictivos? Marca (✔) las casillas que correspondan o añade otro tema a la lista.

□ Actitud

□ Tareas del hogar

□ Ropa

□ Hora de llegada

□ Tiempo libre

□ Amistades

□ Chicos/as

□ Otro ․․․․․

Sea cual sea el tema, cada vez que discutes con tus padres, se crea un ambiente muy incómodo. Claro, podrías morderte la lengua y aparentar que estás de acuerdo con todo lo que dicen. Sin embargo, eso no es lo que Dios espera que hagas. Es verdad que la Biblia te manda “honra[r] a tu padre y a tu madre” (Efesios 6:2, 3). Pero también te anima a desarrollar la “capacidad de pensar” y la “facultad de raciocinio” (Proverbios 1:1-4; Romanos 12:1). De modo que es lógico que te formes tus propias opiniones y que a veces estas no coincidan con las de tus padres. Aun así, en las familias que ponen en práctica los principios bíblicos, todos deben poder expresar sus opiniones —por muy diferentes que sean— sin llegar a discutir (Colosenses 3:13).

Entonces, ¿hay algo que puedas hacer para evitar que cada conversación que tengas con tus padres se convierta en una auténtica batalla? Lo más fácil es pensar que los que deben cambiar son ellos porque son los que siempre te están regañando. Pero pregúntate: ¿de verdad podrás hacer cambiar a tus padres? Siendo realistas, la única persona a la que puedes cambiar es a ti mismo. No obstante, si pones de tu parte para calmar los ánimos, tus padres estarán más dispuestos a escucharte sin discutir.

Así que veamos qué puedes hacer tú para enterrar el hacha de guerra. Trata de poner en práctica las siguientes recomendaciones y te sorprenderá ver cuánto mejora tu habilidad para tratar a las personas. ¡Es posible que hasta impresiones a tus padres!

Piensa antes de hablar. No sueltes lo primero que se te ocurra cuando te sientas atacado. Por ejemplo, supón que tu madre te dice: “¿Por qué no has lavado los platos todavía? ¡Nunca haces lo que te mandan!”. En vez de responder algo como: “¡Déjame en paz!”, es mejor que uses tu capacidad de pensar. Intenta ver lo que hay detrás de sus palabras. En lugar de interpretar literalmente términos como siempre y nunca, trata de entender cuál es el sentimiento que la motiva a usarlos.

Tal vez tu madre esté frustrada porque siente que ella tiene que hacer todas las tareas de la casa. O puede que solo quiera que reconozcas lo mucho que trabaja. Por eso, replicarle con un “¡Déjame en paz!” únicamente servirá para comenzar una pelea. Sin duda, tu madre se sentirá mucho mejor si le dices algo como: “Lo siento, mamá. Ahora mismo me pongo a lavar los platos”. Una advertencia: hablarle en tono sarcástico no te ayudará. En cambio, es más probable que ella se calme y te diga qué es lo que en realidad le molesta si tu respuesta demuestra que quieres entenderla. a

Escribe una frase de tus padres que te moleste mucho.

․․․․․

Ahora piensa en una respuesta que demuestre que entiendes cómo se sienten.

․․․․․

Habla con respeto. Michelle ha aprendido por experiencia propia lo importante que es la forma de hablarle a su madre. “No importa de qué tema se trate —dice—, lo que siempre le molesta es mi tono de voz.” Si a ti te pasa igual, aprende a hablar despacio y sin alzar la voz, y no pongas los ojos en blanco ni hagas ningún otro gesto de fastidio (Proverbios 30:17). Y si crees que vas a estallar, haz una breve oración en silencio (Nehemías 2:4). No le pidas a Dios que tus padres te dejen en paz, sino que te ayude a controlarte y a no responder algo que añada leña al fuego (Santiago 1:26).

Apunta frases y gestos tuyos que deberías evitar.

Frases:

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Gestos:

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Escucha con atención. La Palabra de Dios declara: “En las muchas palabras no deja de haber faltas” (Proverbios 10:19, Biblia del nuevo milenio). En vez de querer decirlo tú todo o interrumpir a tus padres para justificarte, deja que sean ellos quienes hablen y préstales atención. Ya tendrás tiempo para hacerles preguntas o darles explicaciones cuando hayan terminado de hablar. No te servirá de nada querer salirte con la tuya y contradecirlos. Al contrario, solo empeorarás las cosas. Y aun si tienes algo más que decir, quizás este sea “tiempo de callar”, como lo llama la Biblia (Eclesiastés 3:7).

Pide perdón. Cuando haces algo que provoca una discusión, lo correcto es que te disculpes (Romanos 14:19). Hasta puedes decir que lamentas haber llegado al punto de discutir. Y si te cuesta disculparte cara a cara, prueba escribiendo una nota. Pero no te quedes ahí: ve más allá y haz lo posible por no repetir lo que provocó la discusión (Mateo 5:41). Por ejemplo, si la causa fue que no cumpliste con alguna tarea de la casa, ¿por qué no te esfuerzas un poco y les das ese gusto a tus padres? Incluso si se trata de algo que te desagrada, ¿no es mejor hacerlo que enfrentarte a tus padres por no haberlo terminado? (Mateo 21:28-31.) Piensa en lo mucho que saldrás ganando si te esfuerzas por no discutir con ellos.

La realidad es que las familias felices no son las que no tienen desacuerdos, sino las que saben cómo resolverlos en paz. Si pones en práctica las recomendaciones de este capítulo, podrás hablar con tus padres de temas complicados y, lo más importante, sin discutir.

EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO

¿Crees que tus padres no te dan suficiente libertad? ¿Qué puedes hacer para que te den más?

[Nota]

a Encontrarás más información en el capítulo 21 del segundo volumen.

TEXTO BÍBLICO CLAVE

“El bueno piensa antes de responder.” (Proverbios 15:28, Traducción en lenguaje actual)

UNA SUGERENCIA

Cuando tus padres te hablen, apaga la música, deja a un lado el libro o la revista que estés leyendo y míralos a la cara.

¿SABÍAS ESTO?

Tu vida será más fácil si tratas de resolver o, mejor aún, prevenir los conflictos. La propia Biblia dice que “el bondadoso se hace bien a sí mismo” (Proverbios 11:17, La Palabra).

¡MANOS A LA OBRA!

De todas las recomendaciones que aquí se dan, la que más necesito poner en práctica es esta: ․․․․․

Voy a empezar este día: ․․․․․

¿Qué quiero preguntarle a mi padre o a mi madre sobre este tema? ․․․․․

Y TÚ, ¿QUÉ PIENSAS?

● ¿Por qué creen algunos jóvenes que hay que saber cómo ganar las discusiones?

● ¿Por qué considera Jehová tontos a los que discuten? (Proverbios 20:3.)

● ¿Cómo te beneficia a ti aprender a hablar con tus padres sin discutir?

[Comentario de la página 18]

“Me gusta mucho cuando mi madre me pide perdón con un abrazo, porque ayuda a pasar la página. Yo trato de hacer lo mismo. No es fácil tragarse el orgullo y decir sinceramente ‘Perdóname’, pero reconozco que funciona.” (Lauren)

 [Recuadro de la página 20]

respuestas:

 1) Utilizó un tono burlón y sarcástico (“Ya empezamos...”).

 2) Hizo un gesto que empeoró la situación (puso los ojos en blanco).

 3) Replicó a su madre (“Y el tono que tú usas conmigo, ¿qué?”).

[Ilustración de la página 19]

Discutir con tus padres es como correr en una cinta: gastas muchas energías y nunca llegas a ninguna parte