La “gloria” de las estrellas
La “gloria” de las estrellas
¿ALGUNA vez se ha quedado boquiabierto ante las miles de estrellas que colman una noche clara? Es probable que al mirar esas lucecitas centelleantes haya notado que no todas tienen el mismo color e intensidad. Bien dice la Biblia: “Estrella difiere de estrella en gloria” (1 Corintios 15:41).
¿Por qué varía la gloria, o resplandor, de las estrellas? ¿Por qué algunas se ven blancas y otras azules, amarillas o rojas? ¿Y por qué centellean?
Pues bien, encerrados en el núcleo de las estrellas hay gigantescos hornos nucleares que generan descomunales cantidades de energía. Esta viaja hacia las capas exteriores y luego es irradiada al espacio, principalmente en forma de luz visible y rayos infrarrojos. Quizás le sorprenda saber que las estrellas más calientes son azules, mientras que las más frías son rojas. ¿A qué se debe este fenómeno?
La luz puede imaginarse como una corriente de partículas, llamadas fotones, que también se comportan como ondas de energía. Las estrellas de mayor temperatura emiten fotones con más energía, los cuales poseen una longitud de onda más corta, típica del extremo azul del espectro visible. A la inversa, las estrellas más frías emiten fotones con menos energía, que tienden al extremo rojo del espectro. Nuestra estrella madre, el Sol, se ubica entre ambos extremos, más o menos a la mitad, pues la mayor parte de la luz que emite corresponde a la zona del verde y el amarillo. Entonces, ¿por qué no se ve verdoso? Porque también emite mucha luz de otras longitudes de onda. De hecho, la suma de estas longitudes da como resultado una estrella blanca cuando se la mira desde el espacio.
La atmósfera terrestre “colorea” el Sol
Los humanos vemos el Sol a través de la atmósfera, un filtro que hace variar su apariencia dependiendo de la hora. A mediodía, por ejemplo, se ve amarillo brillante, mientras que al amanecer y al atardecer, cuando está cerca de la línea del horizonte, luce naranja o incluso rojo. El cambio se debe a las moléculas de gas, el vapor de agua y otras partículas microscópicas presentes en la atmósfera.
Debido a su composición, la atmósfera dispersa la luz azul y violeta que proviene del Sol, produciendo un hermoso cielo azulado. Con estos dos colores fuera del espectro solar, lo que resta en la luz directa del mediodía es principalmente el amarillo. Ahora bien, cuando el Sol está muy bajo, la luz viaja casi paralela a la superficie terrestre y tiene que recorrer una distancia mayor para atravesar la atmósfera, lo cual intensifica la pérdida del azul y el verde. De ahí que al atardecer el disco solar parezca teñirse de un espléndido rojo carmesí.
El colorido cielo nocturno
Nuestra percepción del cielo nocturno está condicionada por la sensibilidad de nuestros ojos. El ojo detecta la luz mediante dos tipos de sensores: los conos y los bastones. Los
primeros distinguen colores, pero no funcionan en la penumbra. En cambio, los segundos no captan el color, pero son extremadamente sensibles a la luz; tanto es así que en condiciones óptimas basta un solo fotón para activar un bastón. Con todo, este tipo de fotorreceptor es más susceptible a las frecuencias cortas del extremo azul del espectro. Por eso, en un grupo de estrellas débiles del mismo brillo nos es más fácil detectar a simple vista las azules que las rojas. Afortunadamente, contamos con instrumentos de apoyo.Es cierto que los binoculares y los telescopios han aumentado nuestra capacidad de observar objetos débiles en el cielo nocturno, como estrellas, galaxias, cometas y nubes de polvo y gas interestelar llamadas nebulosas. Sin embargo, la atmósfera no deja de ser una limitante. Para esquivar este inconveniente se puso en órbita el telescopio espacial Hubble. Esta maravilla de la tecnología es capaz de detectar cuerpos celestes diez mil millones de veces menos brillantes que los que se pueden observar a simple vista. El resultado ha sido imágenes verdaderamente espectaculares de astros del lejano espacio, como galaxias y nebulosas.
Ahora bien, existen nuevos telescopios terrestres que igualan y hasta superan al Hubble
en ciertos aspectos. Por ejemplo, están equipados con ingeniosos sistemas que contrarrestan la distorsión atmosférica y permiten a los astrónomos ver más detalles que con el Hubble. Uno de ellos es el Keck I, del Observatorio W. M. Keck, en Hawai, uno de los mayores telescopios ópticos del mundo. Gracias a él, Peter Tuthill, astrónomo de la Universidad de Sydney (Australia), descubrió una nebulosa despedida por un sistema estelar binario en la constelación de Sagitario, que desde nuestra perspectiva parece estar situada cerca del centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea.Mientras más se adentran los astrónomos en las profundidades del cosmos, más estrellas y galaxias descubren. ¿Cuántas hay en total? Solo podemos hacer conjeturas. En cambio, Salmo 147:4 dice que nuestro Creador, Jehová, “está contando el número de las estrellas” y que “a todas las llama por sus nombres”.
El profeta Isaías dijo algo parecido, solo que fue más allá: afirmó con sorprendente precisión científica que el universo físico es producto de la infinita energía de Dios. “Levanten los ojos a lo alto y vean —escribió él—. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquel que saca el ejército de ellas aun por número, todas las cuales él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de energía dinámica, porque él también es vigoroso en poder, ninguna de ellas falta.” (Isaías 40:26.)
¿Cómo sabía Isaías —un hombre que vivió hace 2.700 años— que el universo es producto de la energía infinita de Dios? Es obvio que no pudo averiguarlo por sí mismo. Más bien, se limitó a escribir lo que Jehová le mandó por inspiración (2 Timoteo 3:16). De ese modo, él, así como los demás escritores bíblicos, hizo algo que ningún libro de ciencia ni telescopio puede lograr: identificar a Aquel que otorgó a las estrellas su belleza y su gloria.
[Ilustración y recuadro de la página 16]
¿POR QUÉ CENTELLEAN LAS ESTRELLAS?
Las estrellas centellean —es decir, parecen cambiar levemente de intensidad y posición— debido a perturbaciones en la atmósfera terrestre. Para ilustrarlo, imagine que está viendo unas lucecitas en el fondo de una piscina. Si el agua se agita, ¿qué les sucede? Titilan, igual que las estrellas. Ahora, mientras más grandes sean las luces, menor será la alteración que sufren. Los planetas son como esas luces, pero no porque sean de mayor tamaño que las estrellas, sino porque están mucho más cerca de la Tierra y parecen más grandes.
[Ilustraciones y recuadro de la página 17]
¿SON REALES LAS IMÁGENES EN COLOR?
Seguramente ha visto impresionantes imágenes en color de galaxias, nebulosas y estrellas, cortesía del telescopio espacial Hubble. ¿Son reales los colores? En realidad, se trata de una recreación, una mezcla de arte y ciencia. Las imágenes del Hubble son tomadas en blanco y negro, aunque se emplean filtros de color. Los astrónomos y los expertos en imágenes emplean técnicas y programas modernos para componer las imágenes finales a fin de reproducir con la mayor fidelidad posible lo que a su criterio son los colores reales. * En otras ocasiones, los astrónomos producen imágenes con colores falsos a propósito para destacar algún detalle particular, quizás para investigación.
[Nota]
^ párr. 21 Cuando de noche observamos astros débiles con un telescopio, nuestros conos delegan la tarea de mirar en los bastones, los cuales no pueden distinguir el color.
[Ilustraciones]
Blanco y negro
Rojo
Verde
Azul
Imagen final, después de combinar los tres colores
[Reconocimiento]
J. Hester y P. Scowen (AZ State Univ.), NASA
[Ilustración de la página 16]
Estrella V838 Monocerotis
[Ilustración de la página 16]
Galaxias Arp 273 en interacción
[Reconocimiento de la página 15]
NASA, ESA y el Hubble Heritage (STScI/AURA) -ESA/Hubble Collaboration
[Reconocimientos de la página 16]
V838: NASA, ESA y H. Bond (STScI); Arp 273: NASA, ESA y the Hubble Heritage Team (STScI/AURA)